28/2/11

Bernard Nathanson. In Memorian

Bernard Nathanson (Nueva York, 31.07.1926-21.02.2011), ejerció de ateo y de abortista durante una larga etapa de su vida hasta que encontró su propio camino de Damasco el día en que pudo observar en los monitores electrónicos el corazón de un feto y, por primera vez, se planteó "qué era lo que estábamos haciendo verdaderamente en la clínica".


Este es el resultado que los abortistas obvian mientras miran hacia otro lado

Hijo del prestigioso ginecólogo judío, el Dr. Joey Nathanson, que abdicó de su fe por el ambiente escéptico y liberal de la Universidad. Bernard creció en un hogar sin amor, donde imperaba la malicia, conflictos y odio, sin el menor atisbo de fe religiosa ni de lealtad o cariño familiar. La religión no tuvo papel alguno en su educación. La imagen de Dios en su niñez, era “la figura amenazadora, majestuosa y barbuda del Moisés de Miguel Ángel. Sentado en lo que parecía ser su trono, considerando mi destino y a punto de lanzar su juicio inexorablemente condenatorio. Así era mi Dios judío: terrible, despótico e implacable".


Para sobrellevar las horas muertas de su servicio militar en aviación leyó un libro sobre la Biblia donde descubrió que «el Dios del Nuevo Testamento era una figura amable, clemente e incomparablemente cariñosa. En ella iría después a buscar, y al fin encontraría, el perdón que por tanto tiempo y tan desesperadamente he deseado».

Personal y profesionalmente siguió los pasos de su padre durante buena parte de su vida. En 1945, enamorado de Ruth, una judía con la que hizo planes de matrimonio, hasta que ella quedó embarazada. Bernard consultó a su padre sobre la posibilidad de contraer matrimonio, éste le envío cinco billetes de 100 dólares y le recomendó que eligiese entre abortar o casarse en Estados Unidos, arriesgando su futura carrera médica. Convenció a Ruth de que abortase, pero no la acompañó y ésta tuvo que regresar sola a casa, en un taxi, con una fuerte hemorragia que pudo costarle la vida. Recuperada rompió su relación con Nathanson, quien confesaría que “Ese fue el primero de mis 75.000 encuentros con el aborto, me sirvió de excursión iniciadora al satánico mundo del aborto". Una cifra que le supuso ser “el rey del aborto”.

Continuaría confesando que “Tenía 35 médicos a mi cargo, con 85 enfermeras. Hacíamos 120 abortos cada día en 10 quirófanos. Durante los 10 años que fui director realizamos 60.000 abortos. Además, yo supervisé 10.000 y personalmente realicé 5.000. Tengo 75.000 muertes inocentes en mi haber". "Yo tenía barcos, avionetas, fincas, mujeres... pero era todo en base a una gran mentira, la mentira de que la persona en el vientre materno no vale nada".


Bernad Nathanson en su época de "rey del aborto"

En 1949 se graduó en la Facultad de Medicina de la Universidad McGill en Montreal. Inició su residencia en un hospital judío, para pasar al Hospital de Mujeres de Nueva York donde sufrió personalmente la violencia antisemita, y donde entró en contacto con el mundo del aborto clandestino. Contrajo matrimonio con una joven judía que duró cuatro años y medio. En 1952 ya disponía de licencia para la práctica de la medicina en el Estado de Nueva York y en 1960 se especializó en ginecología.

El mismo Nathanson describe su promiscuidad compulsiva, de la que resulta su primer contacto con un aborto, practicado a su primera novia y pagado por su padre. Luego vienen la historia de sus dos primeros matrimonios y el suceso quizás más escalofriante: el aborto, realizado por él mismo, a otra de las mujeres con las que había tenido relaciones.

Bernard Nathanson conoció a Larry Lader, un médico obsesionado con la idea de conseguir que la ley permitiese el aborto libre y barato. En 1969 fundó la Asociación Nacional para la Revocación de las Leyes contra el Aborto, más tarde reconvertida en Liga Nacional para la Acción por el Derecho al Aborto. Una asociación que intentaba culpabilizar a la Iglesia de cada muerte que se producía en los abortos clandestinos. Eran sus tiempos de lucha por impulsar el aborto libre y legal mientras rechazaba y criticaba las ideas de los movimientos pro-vida al respecto. Tiempos de las convulsas décadas de los 60 y 70 en los que era crucial la manipulación de los medios de comunicación para hacer legal el aborto. Los abortistas necesitaron un chivo expiatorio contra el que descargar las iras de quienes pretendían negar todo orden, y el chivo perfecto era la Iglesia Católica si se manipulaba su historia y su mensaje auténtico de salvación. Los abortistas asumieron las palabras de Maquiavelo: “Nada hay más difícil de controlar, más peligroso de llevar o de éxito más incierto que tomar la delantera en la introducción de un nuevo orden de cosas”.

En 1971, Nathanson se involucró directamente en la práctica de abortos. Se comenzaba a explotar el negocio de la muerte programada, pero las primeras clínicas abortistas de Nueva York carecían de personal con licencia del Estado o de garantías mínimas de seguridad. A punto de cerrar la clínica dirigida por el Dr. Harvey por las autoridades, alguien sugirió que Nathanson ocupase su dirección y funcionamiento quien estableció un servicio de ginecología y obstetricia donde se atendían partos normales al tiempo que se practicaban abortos. Fue director del Centro de salud reproductiva y sexual (Nueva York), que era entonces la mayor clínica abortista del mundo.

Paralelamente, Nathanson intensificaba su actividad, dictando conferencias, celebrando encuentros con políticos y gobernantes de todo el país, presionándoles para lograr que fuese ampliada la ley del aborto. Su campaña por la liberalización del aborto en Estados Unidos culminaría en 1973 con la sentencia del Tribunal Supremo que de hecho legalizó el aborto a petición.

Bernard Nathanson declararía: "Estaba muy ocupado. Apenas veía a mi familia. Tenía un hijo de pocos años y una mujer, pero casi nunca estaba en casa. Lamento amargamente esos años, aunque sólo sea porque he fracasado en ver a mi hijo crecer. También era un paria en la profesión médica. Se me conocía como el rey del aborto". "He abortado a los hijos no nacidos de amigos, colegas, conocidos e incluso profesores. Llegué incluso a abortar a mi propio hijo", lloró amargamente el médico, quien explicó que a la mitad de la década de los sesenta "dejó encinta a una mujer que lo quería mucho. (.) Ella quería seguir adelante con el embarazo pero él se negó. Puesto que yo era uno de los expertos en el tema, yo mismo realizaría el aborto, le expliqué. Y así lo hice", precisó.

A finales de 1972, agotado, dimitió de su cargo en la clínica abortista y pasó a ser jefe de obstetricia del Hospital de St. Luke´s. La nueva tecnología, el ultrasonido, hacía su aparición en el ámbito médico y Nathanson pudo observar el corazón de un feto. A partir de ese suceso las cosas empezaron a cambiar y decidió reconocer su error

La evidencia científica

Las nuevas tecnologías le permitieron observar con claridad al niño en el vientre materno. «Aquello» que había abortado miles de veces era en realidad un ser humano desde el instante de la concepción.

La revista "The New England Journal of Medicine", publicó un artículo sobre su experiencia con los ultrasonidos, en el que Nathanson afirmaba que en el feto existía vida humana. En él declaraba que "el aborto debe verse como la interrupción de un proceso que de otro modo habría producido un ciudadano del mundo. Negar esta realidad es el más craso tipo de evasión moral".


Mujer embarazada, portadora de vida

Las fuertes reacciones a este artículo, incluso amenazas de muerte contra él y su familia, hicieron que Bernard Nathanson, poco tiempo después, en 1984, pidiera a un colega suyo, que practicaba de quince a veinte abortos diarios, que grabase la intervención colocando un aparato de ultrasonidos sobre la madre. Este material sirvió para el documental “El grito silencioso”, que sorprendió a la comunidad médica y a la sociedad en general. El amigo de Nathanson, al ver las cintas, quedó muy afectado y nunca más volvió a realizar un aborto.

Tras estas evidencias, no faltó la tentación del suicidio, pero, por fortuna, decidió buscar una solución distinta. Los remedios intentados fallaban: alcohol, tranquilizantes, libros de autoestima, consejeros, hasta llegar incluso al psicoanálisis, donde permaneció por cuatro años. Es entonces cuando Nathanson busco la ayuda del psiquiatra Karl Stern, un judío que había emigrado desde la Alemania Nazi, a quien admiraba como profesor universitario. «Era la figura dominante en el departamento: un gran profesor; un orador fascinante, elocuente incluso, aunque utilizaba un idioma que no era el suyo, y un polemista brillante que infaliblemente disparaba ideas originales y atrevidas (…). Con Stern tuve una especie de culto al héroe, estudié la psiquiatría con la diligencia de un escriba que escudriña la Biblia, y a cambio me dieron el premio de psiquiatría al acabar el cuarto curso (…). Stern transmitía una serenidad y una seguridad indefinibles. Entonces yo no sabía que en 1943, tras años de meditación, lectura y estudio, se había convertido al catolicismo». Al leer la autobiografía de Karl Stern, The Pillar o Fire, comprendió que su maestro “poseía un secreto que yo había buscado durante toda mi vida: el secreto de la paz de Cristo".

Al repasar su vida, Nathanson señala que "Durante diez años, pasé por un periodo de transición. Sentí que el peso de mis abortos se hacía más gravoso y persistente pues me despertaba cada día a las cuatro o cinco de la mañana, mirando a la oscuridad y esperando (pero sin rezar todavía) que se encendiera un mensaje declarándome inocente frente a un jurado invisible". En su examen de conciencia, el poderoso médico abortista, reconoció que las muertes de los no nacidos y las plegarias que muchas personas elevaron a Dios pidiendo incansablemente por él y por su conversión le condujo al campo de la defensa de la vida y a abrazar las enseñanzas de Jesucristo, transformándose en otro activista pro-vida estadounidense que, en todos sus encuentros pro-vida, proyectaba una selección de las cintas grabadas.


Acción Pro-Vida de Nathanson en Nueva York el día 15 de noviembre de 1997

El camino de Bernad hacia el Catolicismo

El movimiento provida le había proporcionado el primer testimonio vivo de la fe y el amor de Dios. En 1989 asistió a una acción de Operación Rescate en los alrededores de una clínica. El ambiente de los que allí se manifestaban pacíficamente en favor de la vida de los aún no nacidos le había conmovido: estaban serenos, contentos, cantaban, rezaban por los no nacidos, por las mujeres que acudían a abortar, por los médicos y enfermeras de la clínica, por los policías y periodistas destacados en el lugar. Los mismos medios de comunicación que cubrían el suceso y los policías que vigilaban, estaban asombrados de la actitud de esas personas. Nathanson quedó afectado por el espíritu que animaba aquella manifestación. Manifestantes que estaban dispuestos a ir a la cárcel o arruinarse por sus convicciones "y, por primera vez en toda mi vida de adulto empecé a considerar seriamente la noción de Dios, un Dios que había permitido que anduviera por todos los proverbiales circuitos del infierno, para enseñarme el camino de la redención y la misericordia a través de su gracia".

Nathanson termina su autobiografía con una nota de esperanza en la misericordia, el perdón y la salvación ofrecida por Cristo. La oración y el ejemplo de muchos amigos y colegas pro-vida terminaron por vencer la resistencia del ateo endurecido, que pudo así comprender que puede haber un sitio en el corazón de Dios incluso para gente como él.

Inició sus conversaciones periódicas con el Padre John McCloskey; no le resultaba fácil creer, pero lo contrario, permanecer en el agnosticismo, le llevaba al abismo. Progresivamente se descubría a sí mismo acompañado de alguien a quien importaban cada uno de los segundos de su existencia. "Ya no estoy solo. Mi destino ha sido dar vueltas por el mundo a la búsqueda de ese Uno sin el cual estoy condenado, pero al que ahora me agarro desesperadamente, intentando no soltarme del borde de su manto".

Posteriormente, a las 7,30 horas del 8 de diciembre de 1996, en la solemnidad de la Inmaculada Concepción, en la cripta de la Catedral de S. Patricio de Nueva York, el Cardenal John O´Connor le administró los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Con su conversión al catolicismo, se convertía en hijo de Dios y entraba a formar parte del cuerpo Místico de Cristo, se integraba en su iglesia. Al final de la ceremonia, emocionado, con palabras escuetas y directas, indicó que "No puedo decir lo agradecido que estoy ni la deuda tan impagable que tengo con todos aquellos que han rezado por mí durante todos los años en los que me proclamaba públicamente ateo. Han rezado tozuda y amorosamente por mí. Estoy totalmente convencido de que sus oraciones han sido escuchadas por Él. Lograron lágrimas para mis ojos".


Catedral de San patricio en Nueva York donde Bernad Nathanson sería bautizado el 8 de diciembre de 1996 por el Cardenal John O´Connor

Un testigo expresó así ese momento: "Esta semana experimenté con una evidencia poderosa y fresca que el Salvador que nació hace 2.000 años en un establo continúa transformando el mundo. El pasado lunes fui invitado a un Bautismo. (...) Observé como Nathanson caminaba hacia el altar. ¡Qué momento! Al igual que en el primer siglo... un judío converso caminando en las catacumbas para encontrar a Cristo. Y su madrina era Joan Andrews. Las ironías abundan. Joan es una de las más sobresalientes y conocidas defensoras del movimiento provida. La escena me quemaba por dentro, porque justo encima del Cardenal O´Connor había una Cruz. Miré hacia la Cruz y me di cuenta de nuevo que lo que el Evangelio enseña es la verdad: la victoria está en Cristo".

En su bibliografía destaca Aborting America (Abortando en Estados Unidos), publicada en 1979, y The Hand of God (La mano de Dios) en 1996. Documentales como The Silent Scream (El grito silencioso), de 1984, que emplea la tecnología médica más reciente para mostrar de forma definitiva todo el horror del aborto tal y como tiene realmente lugar dentro del vientre materno. A este documental le siguió en 1987 Eclipse of Reason (El eclipse de la razón). Documentales ampliamente exhibidos en muchas televisiones del mundo y en sesiones especiales para parlamentarios de distintos países.


Bernad Nathanson continúo hasta el final con su defensa de la vida

La categoría intelectual y moral del doctor Nathanson ha hecho que otros muchos que practicaban o fomentaban el aborto, incluidos algunos parlamentarios, reconozcan su error y se unan a la lucha en favor de la vida humana más indefensa. Al cortejo del aborto y de la eutanasia de las fuerzas de la cultura de la muerte, Nathanson opuso la civilización del amor, el poder de la evidencia científica y de la oración, y la ley natural inscrita en la naturaleza humana. En las últimas décadas, simultaneó su actividad como tocólogo y como profesor universitario, dictando conferencias por todo el mundo en defensa de los no nacidos.

Su autobiografía destapa impresionantes revelaciones sobre cómo un hombre pudo llegar a ser abortista, revela acciones verdaderamente repugnantes, y destaca por su testimonio fehaciente el poder de la gracia divina, escrito cuando estaba a punto de dar el último paso con su bautismo y su incorporación a la Iglesia de Cristo.

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