CDC: Caciques de Cataluña por un Estado propio
El XVI Congreso de CDC, celebrado en Reus, ha recopilado las clásicas amenazas y el permanente victimismo del pujolismo. Las intervenciones se han dejado llevar por la deriva independentista en plan policía malo. En la última de ellas, Artur Mas aparece como policía bueno y llama a la moderación para tratar de sumar “a la mayoría” de catalanes y no quedarse como una minoría. El Congreso no trató ninguno de los problemas que afectan a los ciudadanos; especialmente, los millones de catalanes afectados por su política de recortes y privatizaciones de los bienes públicos.
Del Congreso de Convergencia Democrática de Cataluña (CDC) se ha salido con una dirección renovada, de la que han desaparecido los nacionalistas moderados, y con la aprobación de una ponencia soberanista que describe estructuras propias de Estado para Cataluña, “como cualquier Estado de la Unión Europea”, “incluso una Hacienda propia”.
El Congreso enumeró toda la retahíla de términos eufóricos del independentismo pujolista: salvar la patria, soldados derrotados, tropa de choque, batalla épica, ganar la batalla, independencia, Estado propio. La idea del “Estado propio” fue defendida por el Consejero de Interior, Felip Puig, y enfatizó que buscarán el pacto fiscal “por la vía del diálogo de la negociación democrática o por la vía de la radicalidad democrática”, y sin ese pacto “buscaremos otros objetivos, como un Estado propio en el marco de la Europa a la que pertenecemos”.
Como estaba previsto la estrella del Congreso fue Oriol Pujol Ferrusola. El independentista Salvador Sostres lo describe así: “Cuba, Corea, Cataluña. Fidel se lo dejó a Raúl. Jong-il se lo dejó a Kim Jong-un, y Jordi Pujol al menos listo de sus hijos, Oriol, que precisamente por eso se ha dedicado a la política”. Oriol Pujol, el de la pancarta de Catalonia is not Spain durante los juegos olímpicos de Barcelona, cuando España entera se volcó con todo tipo de recursos para el éxito del evento mundial que tanta propaganda representó para la ciudad condal. La escenificación del padrino Jordi Pujol presentando a su retoño –un insustancial y un indocumentado, según Sostres- a las amistades para confirmarles el relevo en ese tinglado que es la legendaria farsa del nacionalismo catalán, que pacta con el PP y se desahoga en sus congresos para solaz de ERC y del resto de la “patum” independentista. Mientras, los afiliados y votantes de Convergencia dando vueltas en círculos. Veamos que dice Sostres, “un nacionalista catalán es un tipo buscando un gato negro en una habitación a oscuras sabiendo positivamente que el gato no está”.
Oriol Pujol es hijo del que fuera alférez de infantería Jordi Pujol, al que se permitió hacer sus pinitos de medicina sobre despavoridos reclusos en la cárcel de Torrero de Zaragoza, un personaje soberbio especializado en insultar a los inmigrantes por ser “hombres poco hechos” y en ningunear a todos los ciudadanos de Cataluña que no sean nacionalista, un presidente de la generalidad que recibía en su despacho a don Juan de Borbón y ante él se arrodillaba expresando: “Mi Señor natural, el Conde de Barcelona”. Un Jordi Pujol que hizo todas las jugadas posibles para impedir que Josep Tarradellas ocupara la presidencia de la Generalidad.
• Ley de consultas catalanas, aunque saben que solamente servirá para preguntar a los ciudadanos cuestiones de la competencia exclusiva de la generalidad y, siempre y cuando no sean por vía de referéndum. La ley de consulta no admitiría preguntas, por ejemplo, sobre el Pacto Fiscal.
• Pacto fiscal, por no decir concierto económico. Este tema, lo ve CDC como un filón inagotable, ya que la desinformación que padece parte de la sociedad catalana sobre el tema de la recaudación y la imputación real de lo recaudado en Cataluña, les induce a creer en ese expolio fiscal que jadean los nacionalistas.
• Adelanto electoral para recabar apoyos para convocar un referéndum sobre el pacto fiscal.
• Creación de una Hacienda propia al margen de España.
• Ruptura con el PP para tratar de conseguir el Pacto Fiscal y ofrecer una imagen distanciada del PP a tres días de la huelga general contra la reforma laboral que ella misma votó. Poco importa que los presupuestos de la Generalidad los haya podido sacar adelante con el apoyo del PP o que hayan pactado en la Corporación Catalana de Mitjans Audiovisuals.
Sin duda, estos últimos treinta años muestran cómo algunos catalanes gustan de sentirse engañados por otros catalanes y esperan que los no catalanes les den mucho más que lo que ellos están dispuestos a dar. Pero, la realidad no tiene nada de ese ilusionismo infantil. El batacazo comienza a ser de tal calado que, incluso el Instituto de Estadística de Cataluña, habla de contracción de golpe del PIB catalán a consecuencia del desplome de la actividad industrial y de la desaceleración de la rama de los servicios, que muestra la caída de la demanda interna y un brutal descenso de las importaciones que permite mantener en positivo el saldo exterior, aún a pesar de la desaceleración de las ventas hacia los principales países de la Unión Europea.
Una Cataluña que, tras treinta años de gobiernos nacionalistas, está fuertemente subvencionada, y que deberá aprender a conjugar verbos como ajustar, recortar, reducir, eliminar, extinguir, fusionar, vender…manteniendo la solidaridad como premisa indispensable.
El Pujolismo tejió una maraña de irregularidades y empresas publicas, sociedades mixtas o de empresas privadas subvencionados hasta la cabeza, sobresueldos y salarios astronómicos para los suyos, indemnizaciones millonarias y miles de facturas falsas para gratificar a sus políticos y cargos de confianza. Un colapso financiero propio, exclusivamente imputable a un nacionalismo, que ha dejado sin liquidez alguna a las administraciones e instituciones públicas catalanas. Incluso, el sancta santorum del catalanismo, el Liceo, no se ha salvado de la quema.
Ni una palabra a la corrupción transversal impuesta por el pujolismo desde sus comienzos de gobiernos allá por los años ochenta. Una corrupción transversal que delata con plena claridad a CDC, al PSC, a UDC, ERC e ICV; es decir, aquellos partidos que han dispuesto de poder en la autonomía catalana. Una corrupción transversal que el semigratuito La Vanguardia se ha encargado de santificar, creando la imagen de un “oasis catalán” que tapa cualquier práctica deleznable como la del 3% de comisiones a los partidos de gobierno para poder operar empresarialmente en Cataluña. Cohechos, convolutos, corruptelas, desmanes, financiación ilegal de partidos, prevaricación, sobornos de una casta parasitaria instalada en el latrocinio institucionalizado con sus puntas de iceberg de las tramas urbanísticas con planes generales y con una extensa red de caciques locales, que, a veces caen, en detenciones espectaculares y macrojuicios televisivos.
A lo largo de más de treinta años, el nacionalismo catalán ha tejido su red clientelar con tantas dependencias e intereses que han conformado una telaraña imposible de destejer, salvo con un buen tajo. A nivel electoral, la corrupción siempre puede más que los deseos de regeneración de una sociedad. Amiguismo, corruptelas, ayudas y subvenciones de todo tipo y pobreza constituyen el entorno de la corrupción, el espacio natural en el que se mueve el caciquismo.
Manifiesta el Congreso que “Queremos legar una Cataluña libre, justa e independiente que ocupe un espacio propio, con voz propia en el siglo XXI”. El nacionalismo ha tenido treinta años, más de treinta años de poder absoluto, un poder necesariamente corrupto y corruptor, y, todavía hablan de “libre, justa e independiente”. ¿Qué han hecho, pues, CDC y sus secuaces, y sus coaligados y el resto de comparsas en todos estos años?
Quizás, a Oriol Pujol le traicionó el subconsciente cuando dibujó la ruta de CDC “para huir de las aguas podridas que ahogan a Cataluña”. Para un buen número de catalanes, esas aguas podridas la representan la Cosa Nostra catalana, los clanes y organizaciones que la apoyan.