1/8/12

Ofensiva contra la Iglesia Católica: (IV) Defensa contra la agresión impune

El fenómeno de la persecución anticatólica no es nuevo, es un hecho cierto que suele coincidir con ambientes totalitarios y dictatoriales donde se busca borrar el culto a Dios y todo lo que dimana de éste. Históricamente, son los tiempos en los que los cristianos refuerzan su fe y su testimonio.

Cristianos iraquies denuncian la persecución en Irak

La rapidez, inmediatez y facilidad para difundir información y transmitir ideas vuelve banal la vida en un mundo global, y la somete al Dios del materialismo, al yoismo, a la pachamama o madre tierra, o al deseo de los ojos. Algunas personas montan su propia religión, sus devociones y sus dioses, olvidando por completo principios, enseñanzas y tradiciones. En algunos países, muchas veces la particular forma de pensar del representante público de turno se impone a los demás y, en consecuencia, el pensar diferente puede ser causa de muerte o extradición. Este imponer la ideología del pensamiento único, vulnera derechos inalienables fundamentales como el de libertad religiosa. La imposición, además de ser ilegal, acaba siendo una pobreza para el pueblo.

La Fundación Copta de Derechos Humanos y la ONG Solidaridad con los cristianos de Egipto denuncian continuos abusos, desapariciones, asesinatos y persecución de cristianos en el país del Nilo. Desde la primavera árabe, más de 1.600 mujeres cristianas han sufrido atentados contra su integridad y sus derechos, llegando a su captura para obligarlas a casarse y convertirlas al Islam.

En España están germinando ataques permanentes a las iglesias, a sus dogmas, a sus instituciones, a sus ministros y a las imágenes religiosas más veneradas, con profanaciones de sagrarios, agresiones verbales, boicoteos en las manifestaciones públicas como procesiones y Jornadas, manipulación en las informaciones manejadas por medios de comunicación… Bien evidente fue el caso de los ataques a los peregrinos de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid y en otros puntos de España. Más próximo en el tiempo y fuera de todo guión, unos totalitarios agreden la imagen de la Virgen Blanca en la Universidad Complutense aprovechándose de la marcha minera sobre Madrid.

O, en Melilla, se realiza un montaje burlesco sobre el Cristo de Mena, el Cristo de la Legión, que contó con la subvención económica del gobierno del PP. Una mofa más que se suma a las exposiciones periódicas de cuadros ofensivos sobre la semana santa. Sin olvidar, el inadmisible y reiterado uso del lenguaje, de imágenes u otros símbolos religiosos, con fines comerciales, políticos o ideológicos, ajenos por principio a su naturaleza y finalidad, y que es rechazable, lo mismo que aquellas coacciones y amenazas que buscan limitar o impedir la enseñanza y la profesión pública de la fe de las personas y de los grupos religiosos.

Los ataques suelen acompañarse de hechos vandálicos contra la identidad religiosa y cultural, contra el testimonio de fervor y veneración, contra las muestras del espíritu de libertad y de reconciliación del pueblo de Dios. Son acciones en contra de personas, lugares y símbolos católicos y de otras denominaciones cristianas, realizadas para vulnerar el sentimiento católico de la mayoría del pueblo, que desdicen del espíritu de respeto, tolerancia o afecto hacia lo religioso que es tradicional entre nosotros, que atentan contra la convivencia pacífica e inciden negativamente en el clima de la seguridad ciudadana, y que ponen en peligro el disfrute del derecho fundamental a la libertad religiosa y de conciencia consagrado en la Constitución.

¿Por qué estos ataques permanecen impunes? ¿En su defensa, qué deben hacer los agredidos? ¿Hay solución para este problema?

La pasividad agrava la impunidad

El ataques se orienta a sustraer el alma de nuestra cultura, a provocar su decadencia e imbuir una actitud de impasibilidad y de resignación ante lo “inevitable” del coste del progreso de la sociedad aconfesional en la que todo vale. Pasividad, permisividad, negligencia, complicidad y falta de determinación de unos poderes públicos que acaban por desproteger los derechos de quienes profesan la fe cristiana. Esa pasividad y ese asistir inermes a los ataques, vengan de donde vengan, tiene trascendencia para la difusión de los valores del Evangelio y de su mensaje de salvación en todos ámbitos donde transcurre la vida de la persona y en pos de su reconocimiento social en el camino de una sociedad más justa y libre. Insensibilidad y pasividad que favorece la impunidad de los agresores.

El 18 de abril de 2007, se producía un ataque a una imprenta de Biblias en Malatya (Turquía). Tres cristianos turcos fueron atados a sus sillas, torturados y apuñalados varias veces hasta ser finalmente degollados. Las autoridades juzgaron a cinco sospechosos de matar a los cristianos. Cinco años después, aún no hay condena.

La bondad o maldad de los progresos técnicos de la humanidad dependerá del uso que se haga de ellos y de los fines a los que se dediquen. La actual proliferación de medios de comunicación social –prensa, radio, televisión, cine, vídeo, teatro, internet- hace de éstos el primer lugar de propagación y transmisión de las ideas, y pueden ser los grandes aliados en una tarea educativa. La rápida difusión de ideas y su instantánea transmisión nos permite hoy hablar de la globalización del pensamiento. No podemos obviar que los medios se están convirtiendo en las primeras instancias morales, educadoras que dictan lo que está bien y lo que está mal, lo feo y lo bello, lo que debe hacerse o permitirse y lo que no. En ese contexto los medios de comunicación inspiran comportamientos, estilos de vida y maneras de comprender el mundo y a la persona, hasta el punto que un amplio sector de la población delega en ellos su capacidad de pensar por sí mismo. Pocas ideas o tópicos, repetidos hasta la saciedad, machacan a la persona, especialmente a niños y jóvenes, para que no sometan a éstas a un análisis riguroso, ni averigüen de dónde vienen, ni a qué intereses o intenciones responden, ni si responden a la realidad de los hechos. La acumulación de informaciones dificulta el espíritu crítico y va moldeando sus criterios, conductas y vidas y la visión que de ella van adquiriendo. Lo personal y la intimidad se va desmoronando e incluso, muchos padres delegan en los medios la responsabilidad de educadores prioritarios de sus hijos.

En esta sociedad saturada por la variedad de medios de comunicación, y por tanto de canales para hacer llegar a la opinión pública su voz, se da la paradoja de que muchos católicos permanecen en gran parte mudos, facilitando la impunidad de las agresiones anticristianas. De manera progresiva, se han acostumbrado a convivir con ellas y las han instalado en su vida cotidiana. A menudo, medios proclives al cristianismo manifiestan temor, o como mínimo tibieza, para alinearse al lado de la Iglesia, y tratan temas que afectan a la Iglesia con una calculada ambigüedad, dando una de cal y otra de arena, y se muestran cicateros en el elogio o en el reconocimiento de la labor positiva de la Iglesia a favor de los más desfavorecidos, en educación, con los enfermos, en la promoción de los valores sociales y económicos y en la defensa a ultranza de todos aquellos valores en los que se asienta la dignidad humana. Otros medios menos proclives, en clave de humor, tratan de minar los fundamentos cristianos que han tejido nuestra historia y cultura con sus gestas heroicas y tragedias, con sus aciertos y errores, con sus épocas de esplendor y decadencia.

Hacer visible a la victima

Es innegable que algunos medios de comunicación social bombardean a diario la concepción cristiana de la vida y del hombre con ataques directos contra la Iglesia, para crear una atmósfera cada vez mas contraria a los valores del humanismo cristiano, y para acentuar el vacío existencial que amenaza al ser humano de hoy, y que es origen de lacras como las drogas, el alcohol, la promiscuidad sexual, las enfermedades mentales, la incapacidad para mantener la fidelidad conyugal...etc.

En este mundo global los ataques están perfectamente programados para anular, eliminar o enviar a las catacumbas al creyente, y a las víctimas no les queda otra que levantar su voz y hacerse escuchar. Para tal cometido, los medios de comunicación constituyen un desafío, un campo difícil y competitivo del que no se puede prescindir por la gran labor que desempeñar en el adecuado desarrollo social y democrático. Se necesita capacitación, un esfuerzo de aprendizaje, para responder a la nueva situación donde los imprescindibles medios de comunicación son un campo difícil y competitivo y donde, ante el gran desafío el obtener el reconocimiento social a los principios cristianos, no cabe inhibirse en los debates que se vayan planteando. No podemos obviar que esos mismos medios de comunicación pueden convertirse en instrumentos de manipulación, de odio, mentira, calumnia, y encubrimientos al servicio de intereses económicos y políticos ilícitos de determinados sectores o personas, llegando a desinformar en vez de informar, a deformar en vez de formar.

Desde que en 1883, The New York Sun iniciara el sensacionalismo, miles de medios de comunicación sucumben ante esa tentación

Sin duda, los medios son el primer lugar de propagación y transmisión de las ideas, y buena parte de ellos se declaran adversarios o son utilizados por los enemigos de la Iglesia para conformar un ambiente contra ella. Día a día, con fórmulas sensacionalistas, de escaso contenido y rigor, crean fácilmente un estado de opinión pública errónea y contraria a la Iglesia que es muy difícil corregir,, de acuerdo con el principio de “Calumnia, que algo queda”. Tratan de dar una visión deformada o desinformada contra la Iglesia, sus ministros o sus declaraciones, a tal objeto se hacen juicios apresurados o se mantienen silencios cómplices ante los ataques desmesurados o las mentiras manifiestas que se vierten contra ella. Repetido esto una y otra vez contribuye eficazmente a denigrar y a poner bajo sospecha a la Iglesia cada vez que surgen cuestiones que la atañen directa o indirectamente. A diferencia del pasado, los modernos instrumentos mediáticos confieren a la actual persecución y ataques una mayor resonancia por la inmediatez y la universalidad de su alcance. Es el sectarismo y la tendenciosidad que se opone al disentir y a la crítica razonada.

Los medios, también, pueden ser aliados, Para su función pastoral y evangelizadora, la Iglesia ha de servirse de ellos, tal y como ha hecho con los medios adecuados de cada época. Con la imagen –arte, pintura, escultura en pórticos, fachadas, retablos y manuscritos iluminados- se podía dirigir a una población en su mayoría analfabeta. Con la imprenta, los amanuenses fueron sustituidos para difundir su doctrina y la cultura a través de libros y demás textos impresos, acortando las enormes distancias geográficas.

¿Por qué no miramos a otras sociedades o grupos de creyentes? Sin elogiar posturas extremas, ¿qué pasa cuando un medio de comunicación social se mete contra los judíos o los musulmanes? La reacción suele ser contundente social y económicamente (casos IBM, Telefónica, o BBC) y la retractación inmediata por parte de quien ha hecho el ataque. Si se declara delito el antisemitismo ¿por qué no se declara el anticristianismo? No se puede confundir la tolerancia y el respeto a otras creencias con la indefensión y la falta de exigencia de respeto a las propias.

La réplica como defensa

Cabe ahora preguntarse cómo nos defendemos y cómo se defiende la Iglesia ante las informaciones parciales e incompletas, ante el acoso y la generación de críticas poco rigurosas que, hábilmente manipuladas, en algunos casos, consiguen dar una imagen muy desfavorable de la Iglesia, de sus ministros o de sus actuaciones. Sin duda, Jesús nos da la respuesta en la parábola del administrador infiel: «los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz» (Lc.16, 8).

Ante cualquier cuestión se tarda, habitualmente, días o semanas en responder, sin que la respuesta sea la adecuada y ceñida a una estrategia. Se responde, frecuentemente, sin mucha contundencia, con un lenguaje poco asequible para el hombre de la calle, con largos y densos comunicados, poco atractivos, que no captan el interés o la atención de lector u oyente. Al final solo un reducidísimo grupo de personas, ya convencidas, son las que los leen o escuchan hasta el final.

La defensa de las posturas de la iglesia la suelen hacer los obispos o algún ministro ordenado y, salvo excepciones como «Gonzalo de Berceo», los laicos preparados en el campo de las comunicaciones sociales, que estén preparados para salir a la calle a dialogar, analizar, argumentar, explicar y defender las posturas, opiniones o pensamiento de la Iglesia en las distintas cuestiones planteadas, no suelen actuar de portavoces. Sería deseable una mayor participación en conferencias, debates y reuniones. Otro hándicap es no lograr una mayor voz unitaria de los numerosos movimientos y asociaciones de fieles laicos que, a pesar del gran número de personas asociadas, no tienen una mayor y activa presencia en los medios, y circunscriben su defensa a charlas en una sala de conferencias o a quejas en la sobremesa en la propia casa.

A pesar de la permanencia del ataque organizado, las exiguas réplicas producen una sensación de desánimo, resignación, impotencia y desorientación entre algunos católicos, que acaban por creerse todo lo que les cuentan los medios de comunicación, incapaces de formarse una opinión que responda a la verdad de los hechos. Se va creando así una especie de complejo de ser cristiano y de opinar en cristiano, como si eso sólo sirviera para el ámbito de lo privado, para el interior de las iglesias y para nostálgicos de tradiciones pasadas pero inservibles para los tiempos modernos. Sin embargo, aunque no todas las opiniones son igual de buenas y válidas, nadie se debería dejar arrastrar en sus juicios por el relativismo moral imperante en todos los campos.

Propuestas de información y diálogo

Para hacer llegar sus propuestas, explicar sus posturas y propiciar un diálogo que lleve a un mayor y mejor entendimiento entre las distintas partes, la Iglesia tendrá que abandonar su permanente actitud defensiva que la muestra con una cierta debilidad, y le hace perder la iniciativa en las cuestiones que salen a debate público y que la atañen directa o indirectamente. Ni debería esperar a que se viertan contra ella o contra sus actuaciones todo tipo de juicios y opiniones muchas veces faltas de rigor y veracidad. Por el contrario, debería prever lo que va a saltar a la actualidad, tener a punto sus comunicados de respuesta inmediata en todos los medios posibles, en un plano de igualdad con los que no piensan como ella o la critican.

Si importante y decisiva es la forma de expresar su pensamiento en los medios, su lenguaje de respuesta ha de ser más ágil, claro, directo, conciso y oportuno, evitando la apariencia de catequesis en sus comunicados. En una polémica se ha de valorar el factor oportunidad en la respuesta, no siendo necesario esperar más tiempo a tener elaborado un complejo documento con toda suerte de matizaciones.

Las manos entrelazadas, un símbolo que da sentido a la unión contra los ataques anticristianos

Es el momento de reforzar e incrementar la presencia de los católicos en los medios de comunicación, tanto de forma permanente como esporádica, a través de los canales habilitados para ello (cartas al director, colaboraciones, entrevistas...). Conseguir que los medios de comunicación sean respetuosos con lo católico, implica crear puentes entre los obispos y la gente de la calle, significa reforzar, o crear en su caso, equipos de comunicadores profesionales capaces de pulsar continuamente la opinión pública, y de prevenir lo que se dice o se va a decir en los medios para tener a punto comunicados propios, que sinteticen y traduzcan al lenguaje corriente el pensamiento de la iglesia en un momento dado. «Un periodista no puede ser un buen profesional sin apreciar la importancia de la religión en la vida humana» -según Monseñor Foley. Así se comprendería mejor el fenómeno de los fundamentalismos, se entendería en todo su alcance las declaraciones de la Iglesia, y se facilitaría una información con un mínimo de rigor que evite tópicos y argumentos completamente obsoletos, fácilmente desmontables desde la honradez profesional.

La creación y financiación asequible de periódicos, revistas, canales de televisión, y emisoras de radio de asociaciones católicas, permitiría a la Iglesia expresar de forma continuada su necesaria opinión sobre cualquier tema.

Sin duda, ante situaciones de manifiesta agresión contra la Iglesia, se imponen medidas de presión como las denuncias y recursos por el incumplimiento y no aplicación de la legislación vigente y de los derechos y libertades fundamentales; como el rechazo a los medios hostiles a la Iglesia, negándoles nuestra audiencia y seguimiento, así como a las marcas comerciales que los patrocinan.

Sin olvidar, como dicen Jesús Sáiz Luca de Tena y Mercedes Soto Falcó, que nuestra respuesta valerosa y oportuna a las agresiones se inspiren en el precepto evangélico IN OMNIA CHARITAS, para que, desde la humildad, nos guie en la búsqueda del criterio justo que nos permita corregir errores y conocer a fondo la situación denunciada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario