21/8/12

Ramón Hernández Oter: Médico, carlista y humanista

Ramón Hernández Oter, médico y humanista, dedicó toda su vida profesional a la sanidad pública, ejerciendo la medicina en diversos lugares de España. En 1966 en La Rioja y, de 1967 a 1969, en Asturias donde realizó su especialización. De 1969 a 1978 ejerció en León, siendo nombrado Jefe de Servicio del Hospital General de León y, desde abril de 1978, en Tarragona. Especialista en radiología, fue durante más de dos décadas responsable del servicio de radiodiagnóstico del Hospital Joan XXIII de Tarragona. En este hospital fundó la Escuela de Formación de Técnicos en Radiología para habilitar profesionales en el manejo de aparatos radiológicos. Doctor en Medicina, Máster en Antropología y Licenciado en Historia por la UNED. Era, además, profesor titular de Radiología en la Facultad de Medicina de la Universidad Rovira y Virgili. Dirigió un número muy considerable de tesis doctorales, e intervino en diferentes tribunales examinadores de profesorado de la universidad española. Participó en el estudio de los restos depositados en el Monasterio de Poblet en el sarcófago del Príncipe de Viana.

Ramón Hernández Oter saluda a don Carlos Hugo de Borbón Parma, en presencia de don Carlos Javier de Borbón-Parma, el día de la inauguración del Museo Carlista de Estella.

Partidario de una sanidad pública cohesionada, tecnológicamente avanzada y profesionalmente cualificada, le dolía, por tanto, la calificación de sistema a extinguir concedida al sistema de seguridad social en beneficio de un Sistema Nacional de Salud, que, en su deriva hacia la nada, se especializaba y obcecaba en el desvío de fondos públicos hacia las corporaciones médico-farmacéuticas de gestión y beneficio privado.

Un carlista comprometido y leal

Vinculado al Carlismo desde el 22 de abril de 1961, al cumplir la mayoría de edad establecida por las leyes en esos momentos, pasó a militar en el Partido Carlista. Durante los cursos 1961 y 1962 actuó de secretario de la Agrupación de Estudiantes Tradicionalistas (AET) de Zaragoza, siendo en 1963 su presidente. Cargo que abandonó al salir elegido en 1964 delegado por la Facultad de Medicina, desde donde impulsó que dicha Facultad se separase de la organización del SEU, para crear otra organización independiente de estudiantes, ajena al sindicato oficial. Miembro de la Escuela de Propagandista de Acción Católica, fue secretario de la Juventud de Estudiantes Católicos (JEC) en su período universitario de 1957 a 1965. Medio año antes de acabar la carrera, en 1965, fue expedientado por el gobernador civil, Manuel Pardo de Santayana, por la organización y participación en la primera manifestación realizada en Zaragoza contra la presencia de la base norteamericana, y por las pintadas de “Yankees go home”. En León, fue el representante del Partido Carlista en la Junta Democrática. Fue miembro fundador de la Associació d’Amics de la Història del Carlisme de Catalunya.

En el aspecto cultural, como proyección de su actividad política, y por su condición de coleccionista de temas carlistas, reconocida internacionalmente, ha sido el alma de diversas exposiciones realizadas, entre otros, por el Ministerio de Educación –Las fuentes de la Memoria. Fotografía y sociedad en la España del siglo XIX- o por el Gobierno Vasco –Bilbao en las Revistas Ilustradas 1843-1900-. Parte de su colección ha podido ser contemplada en la Exposición itinerante de Fotografías del siglo XIX o en la Exposición sobre Carlismo realizada en 2002 por la Associació d’Amics i Amigues de l’Ebre de Tortosa. También, sus objetos históricos y documentación conformaron el grueso de la exposición El Carlisme. Llums sobre un passat amagat, celebrada en la Sala de Exposiciones de la Obra Cultural de Caixa de Tarragona, de 15 de septiembre a 19 de noviembre de 2006. También, en muchas publicaciones de historiadores nacionales y extranjeros se han reproducido documentos de su archivo, muy especialmente material fotográfico. Facilitó documentación a historiadores como Publio López Mondejar, Josep Sánchez Cervelló, Cesar Alcalá o Robert Vallverdú. Sin olvidar, su aportación a textos de vivencias personales como el del carlista vállense Joan Guinovart Escarré.

En reconocimiento a su compromiso y lealtad a la causa carlista, en acto celebrado en el Ateneu Barcelonés el 26 de noviembre de 2004, le fue impuesta la Cruz de la Orden de la Legitimidad Proscrita por don Carlos Hugo de Borbón-Parma. El día 19 de agosto de 2012, en Tarragona, el funeral por el eterno descanso de Ramón Hernández Oter fue oficiado por el capellán del Hospital Joan XXIII, compañero y amigo del fallecido. El acto contó con la presencia de S.A.R Doña María Teresa de Borbón-Parma, que tuvo palabras de recuerdo y afecto para Ramón, que causaron un hondo impacto entre los asistentes, muchos de ellos compañeros del difunto en el sector sanitario público.

Un hombre solidario y entusiasta

En el marco de la cooperación internacional española en Hispanoamérica y Norte de África, Ramón Hernández Oter participó activamente en dicha presencia científica, técnica y profesional, junto a otros médicos, profesores, investigadores y especialistas. Una ayuda que se prestaba a través de actividades de carácter científico y de intercambio, y de organización de cursos, seminarios o simposios. Una labor tenaz para acrecentar lazos de unión, especialmente con Marruecos, mediante encuentros periódicos y el reciclaje de clínicos de aquellos países en técnicas de vanguardia.

En estos momentos de dolor para su familia, en especial para su mujer Ester y sus hijos Berta, Paula y Ramón, es justo recordar la obra de este hombre generoso y esencialmente sociable, formado en la cultura del esfuerzo, de la exigencia, de la disciplina, de la sensibilidad y de la evidencia; un hombre forjado en la cultura del mérito, que rechazaba la promoción automática sin evaluación mediante pruebas objetivas y que no consideraba un mérito la posesión de un carné político o sindical, o la vía parental, para acceder a un empleo público.

Una persona cuyo recuerdo no sólo servirá a los suyos si no también a los afortunados que lo conocimos y lo apreciábamos. Un español que, sin duda, será recordado por todas aquellas personas, que se podrían cifras en miles, a quienes ayudó en sus enfermedades y que, a pesar de la gravedad de las mismas, quedaban atrapadas en la telaraña de un sistema capaz de generar interminables listas de espera y de alojar en el limbo la solución a sus padecimientos. Un compañero de trabajo que no dudaba en aportar sus criterios técnicos en las reclamaciones de recalificación profesional presentadas por los trabajadores sanitarios ante las instancias laborales y judiciales.

Un hombre, contrario al acoso y a la persecución laboral y profesional, a la descalificación radical de las personas, a la demagogia, al apriorismo, a la corrupción y a la manipulación ideológica, tan inmersa, hoy, en el endogámico sistema sanitario. Una persona que sufrió en carne propia la represión profesional, que algunos denominan mobbing, y que le supuso, en los dos últimos años de su actividad profesional, ser trasladado desde el Hospital Joan XXIII a un despacho en la sede del ICS en la calle Prat de la Riba de Tarragona. A pesar de ello sobrellevó su situación con dignidad, elegancia y sin rencor. Mostrándose siempre leal, digno y generoso para quien precisaba de su ayuda.

Ramón se mantuvo incólume en su línea de acción y de pensamiento, en su crítica y denuncia al proceso de descomposición de unos poderes dedicados más a acciones contra legem que a una gestión pública honrada secundum legem. Un proceso que ha envilecido a la sociedad sometiéndola a la megalomanía de los poderes de turno de unas taifas, que han impuesto el mimetismo cobarde y la mutación ante el sol que más calienta. Unos poderes que, en el decir de Ramón, se comportaban como caciques y como fariseos sin el más mínimo programa ético. Ramón solía recordar la referencia bíblica “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda suciedad”.

Ramón Hernández Oter supo mantener, contra viento y marea, su compromiso y su lealtad y mostrarlos con orgullo y sencillez, con su estilo entusiasta, ameno y didáctico, con su curiosidad, rigor y perseverancia.





Ramón Hernández Oter, doctor en Medicina, antropólogo e historiador, nació en Zaragoza el 22 de abril de 1940 y murió en Tarragona el 18 de agosto de 2012.

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