14/8/13

La última revelación de Jordi Pujol

Por el contenido de sus declaraciones, Jordi Pujol ha tenido otra revelación de victimismo. Cuando los dirigentes nacionalistas catalanes acuden al victimismo y arremeten día sí y otro también contra todo aquel que denuncia el trasfondo de sus supuestos “ideales”, siempre pienso: ¡que habrán hecho en esta ocasión, en qué estarán implicados ahora!

Imagen reciente de Jordi Pujol distribuida a los medios por el Centre d’Estudis Jordi Pujol

Así, desde hace más de treinta años, a cada muestra de victimismo le ha sucedido, en cuestión de días o meses, el afloramiento de casos de corrupción, algunos de los cuales acabarán en procesos judiciales, a pesar del férreo marcaje a la Justicia por parte del nacionalismo catalán. De la misma forma, es harto difícil que buena parte de los medios de comunicación catalanes se atrevan a informar libremente y crucen la línea de la OMERTA que les impone el nacionalismo que les subvenciona tan magnánimamente.

Si ustedes conservan, aún, algo de humor, pueden repasar las declaraciones de los tres últimos meses de los dirigentes de CDC, de ERC o cualquier otro partido secesionista, y verán que algunas de ellas rayan en lo ridículo o en el Delirium tremens. Si retrocedemos más en el tiempo, encontraríamos a Jordi Pujol espetando, el 19 de octubre de 2012, lo siguiente: “si no hay cambios, los catalanes podrían quedarse "muertos por el hambre, en una riada" o encallados en pleno desfiladero”.

Las de Jordi Pujol del domingo 11 de agosto de 2013 son clarificadoras. Todo lo que va contra sus intereses constituye un ataque a Cataluña, en el marco de una confabulación de la maquinaria del Estado y de no se sabe cuántos partidos y organizaciones, dedicadas todas ellas, en exclusiva, a aplastar Cataluña. Es decir, que un montón de personas no tienen otra cosa que hacer más que atacar Cataluña. En ese continuo mirarse el ombligo, los nacionalistas vuelven con la monserga del “ataque a Cataluña” cuando se descubren sus redes para el desvío de dinero público o para el desarrollo de negocios con actuaciones descritas y tipificadas en el Código Penal. Como aquél Mussolini que confundía su persona, su partido y sus entramados con su país, Jordi Pujol y sus mesnadas hacen algo parecido a lo del líder fascista italiano. Para ambos, su política era el “hecho”.

Con más de treinta años de mercadear con sentimientos, un visceral Jordi Pujol lleva cargando contra el Estado y arrogándose una lealtad de la que, tanto él como buena parte de los suyos, carecen; pero, eso sí, se atreve a llamar desleales a los demás. Para el líder separatista sus oponentes dedican todos los segundos de su vida a la presión política, económica e identitaria contra Cataluña, a la que quieren borrar del mapa político, institucional, cultural y lingüístico. Para Jordi Pujol el nacionalismo catalán no ha reculado en los últimos cuarenta o cincuenta años.

Las fobias del Virrey Pujol

El Pujolismo ha tenido y tiene múltiples caras oscuras, ocultas tras la mitificación y exaltación de símbolos. El Pujolismo en su singladura ha recibido mensajes de ultratumba, como este: “Desde su tumba, hoy Guifré el Pelós, diría….”. Jordi Pujol ha querido actuar como un Virrey.

El Pujolismo trata de imponer la “virtud del todos a una”, como premisa para el orgullo nacido de la vinculación y pertenencia, y no acepta, bajo ningún supuesto, la discrepancia, puesto que las cosas son “como algunos dicen que son, y todos de acuerdo. No se sabe en qué se está de acuerdo, lo que importa es estar seguro en que se está de acuerdo” –según nos dirá Josep Manuel Novoa Novoa, quien fuera colaborador de Jordi Pujol durante más de veinte años.

Hasta la saciedad, Jordi Pujol habla del Pal de Paller que ha de estructurar su Cataluña idílica, que produce “sus verdades y opiniones” a través de un sistema mediático que conduce al alineamiento. Al que queda fuera de ese alineamiento se le tilda de fanático, de iluminado y de socavar la convivencia. Por lo tanto, se sataniza a quien desenmascara la doctrina nacionalista, que es la base de la mentira social que han impuesto en Cataluña. El conocimiento y la información veraz es el antídoto a la droga del adoctrinamiento separatista y un instrumento para recomponer la realidad. Entre esa realidad se encuentra los actos de agresión a los partidos no nacionalistas, cuyas sedes suelen ser "visitadas" con cierta frecuencia.

Una realidad desvirtuada desde ese 8 de mayo de 1980 en que, contra todo pronóstico, Jordi Pujol accedió a la Presidencia de la Generalitat. Desde esa fecha, el eje de su estrategia fue el modelar su figura de Estadista. Para tal fin ha de establecer un férreo control de la educación, de los medios de comunicación o de la justicia, el determinar quién puede optar a los cargos directivos de las instituciones, y exacerbar la dimensión lingüística y cultural de Cataluña para “nacionalizar” al pueblo. Y como elemento aglutinador procede a la recopilación de agravios.

Presentación en el Ateneu Barcelonés del libro El caminant davant del congost de Jordi Pujol, un iluminado metafórico que arenga a su público mientras Artur Mas lee con tranquilidad, ajeno a todo disparate

Este nacionalismo, prefabricado y artificial, ha falseado la historia, que sólo existe en la mente de los inventores de tales leyendas, mitos, gestas y símbolos, que adquieren la categoría de dogmas y con los que se atribuye la posesión de la verdad, que pretende implantar en el ámbito de lo público y de lo privado. El nacionalismo queda convertido en una máquina de producir victimismo, en un engranaje para inventar hechos diferenciales y presentarse como los inventores y descubridores de todo lo que en el mundo ha sido y será. El nacionalismo no admite la objeción con ideas, especialmente de aquellas que universalizan las etnias y nacionalidades y que al ritmo de la evolución social optan por la vía de la integración política y económica. Los nacionalistas se bastan con el mecenazgo de sí mismos, ellos se lo dicen todo y ellos son siempre los mejores, con los negocios familiares y los negocios de sus organizaciones. A eso lo llamarán la fuerza de la voluntad y el blindaje interior. Si tienen oportunidad de leer el Mein Kampf de Hitler podrán comprobar algunas similitudes.

Entre sus fijaciones, una adorna especialmente al político convergente: la de que nada funciona en España. Pero, no es lógico que ese incapaz de la menor autocrítica, olvide que gracias a sus 23 años de gestión política, a la del tripartito y a la del Arturismo, Cataluña ha obtenido la consideración de Bono Basura. Una Cataluña con más de 50.000 niños con problemas de nutrición, para quienes Arturo y su govern dels millors han “inventat la grossa del 31 de desembre”. Mala cosa que un gobierno confíe más en la suerte que en cualquier otro elemento de gestión.

Por definición, el nacionalismo catalán nunca es responsable de nada y por revelación a la Moreneta, CiU queda exonerada de cualquier responsabilidad en sus propios desaguisados. Pues, ya se sabe que el “Madrit té la culpa” o “Espanya ens roba” son mantras que, sin un gran contenido semántico específico, consiguen su objetivo si son recitados un ilimitado número de veces. Al contrario del mantra Om Mani Padme Hum o mantra de la compasión, ellos actúan sin compasión alguna para tratar de conseguir para su cortijo ese logro mundano del poder político absoluto, al tiempo que tratan de cegar a sus seguidores para que se concentren en aquello que tengan a bien ordenarles. Con sus mantras tratan de liberar a sus seguidores de condicionamientos materiales para que sólo vean enemigos por todas partes y para que se dejen utilizar como verdadera carne de cañón que facilite sus despropósitos amorales.

Los intereses espurios de Jordi Pujol y de los dirigentes nacionalistas son el origen y el principio de todos sus mantras. Como si hubieran seguido un cursillo acelerado de hinduismo y de budismo tántrico, los dirigentes separatistas asumen que la palabra es sonido, que éste es vibración y que la vibración es energía. Y que sus mantras son el sonido primigenio de su pequeño universo.

A sus seguidores les endiñan variadas banderitas, símbolo de un microcosmos presidido por triángulos masónicos de andar por casa, y les someten a elementales representaciones que conforman los mandalas de su fe nacionalista.

No obstante, desde el momento en que el entramado separatista ha tenido que recurrir a airear a Jordi Pujol por toda Cataluña, reconoce, implícitamente, la posibilidad de un fracaso. Y cuando en referencia a Artur Mas, Jordi Pujol nos revela su “Estamos en buenas manos. En manos de dirigentes competentes, valientes y consecuentes. En su momento tomarán decisiones”, quizás, sea el momento de pensar en hacerse un buen seguro, si es que alguna entidad aseguradora se atreve a cubrir semejantes riesgos.

Jordi Pujol arremete contra las informaciones que emplazan buena parte del dinero de su familia en el extranjero, bien a través de ellos mismos o de testaferros, y las considera un ataque y un intento de combatir a la potente Cataluña. Como padre, y eso le honra, cree en la inocencia de sus hijos. Procesos judiciales que valora como procedimientos temporales que han interrumpido la carrera política de su bien amado Oriol Pujol Ferrusola.

En el colmo de su cariño de padre, Jordi Pujol añadía: “Sería una gran pena. Porque sería injusto y se perdería un valor político”.

Sin duda, Jordi Pujol y buena parte de los dirigentes separatistas catalanes perdieron hace tiempo, si alguna vez los tuvieron, otros valores como el de la vergüenza y el de la honorabilidad.

Ahora, parapetados en banderitas y símbolos, siguen apropiándose de todo aquello que es común a todos los catalanes, continúan enfrentando a la sociedad catalana, negándose a asumir la más mínima de sus responsabilidades, puesto que la culpa siempre es de los demás.

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