15/11/13

Crónica de la beatificación en Tarragona (III). Incidencias en la seguridad

En la tarde del día 7 de octubre de 2013, en Tarragona, ante los medios de comunicación, el Conseller d’Interior de la Generalitat informaba que, bajo la coordinación de los Mossos d’Esquadra, agentes de la Guardia Urbana, de la Guardia Civil, de la Policía Nacional y de la Policía Portuaria participarían en la seguridad del acto de Beatificación. A tal fin se activarían los programas de recogidas de denuncias o del control de alteración del orden público, cuya responsabilidad recaería en el Intendente de los Mossos d’Esquadra, Jaume Giné. El control se ejercería desde la sede del 112 de Reus.

Foto aérea del edificio del 112 en la carretera de Reus a Tarragona

En el ejercicio de sus tareas de coordinación, los Mossos d’Esquadra hicieron caer de la lista de vigilantes del evento los nombres de los que ejercieran o hubieran ejercido sus funciones en aquellas empresas de seguridad sospechosas de estar relacionadas con personas no afines al nacionalismo catalán. Sin importarles que esas empresas y personas reunieran los requisitos y dispusieran de las licencias pertinentes para ejercer la actividad de seguridad. En eventos de este tipo, las empresas de vigilancia han de actuar como auxiliares de los cuerpos policiales.

La empresa de seguridad IMAN, responsable por concurso de la vigilancia del Complejo Educativo de Tarragona (antigua Universidad Laboral), intervino en el acto de beatificación. En sus inicios en Tarrasa, esta empresa fue una compañía de limpieza que se abrió al campo de la seguridad en el ámbito catalán y que se vio inmersa en episodios de irregularidades laborales. Esta empresa deberá concursar, en diciembre de 2013, para renovar su contrato de servicios en la antigua Laboral. Entre las restantes empresas de seguridad operativas en la provincia de Tarragona se opinaba que no habían estado a la altura del evento.

Una muestra de que este acto les sobrepasó fue la intensa actividad que desarrolló la empresa, en la tarde-noche del sábado día 12 de octubre, en su búsqueda de vigilantes para el acto del domingo. Fueron sondeados trabajadores de otras empresas que ejercían su actividad en teatros, hospitales, polígonos industriales, clubes o discotecas. En su recluta de guardas, en plena “fiebre del sábado noche”, se patearon discotecas de Salou, La Pineda, y otras localidades. De una afamada discoteca consiguieron cuatro vigilantes. Ofrecían 8€ la hora hasta un total de 120€ por la jornada, y se debían presentar a las seis de la mañana en el lugar del evento. No obstante, a las ocho horas, el retraso de algunos vigilantes dejaron descubiertas áreas del espacio de la ceremonia. Una incidencia que fue recriminada a la empresa por parte de la organización del acto. Durante la jornada del domingo se verían ciertos comportamientos inadecuados.

Si nos fijáramos en este aspecto, o en otros como la pérdida temporal de las acreditaciones de los periodistas por parte de la empresa de mensajería, que hizo posponer la entrega de credenciales a los medios acreditados ante la organización del acto, colegiríamos que era una prueba, evidente, fehaciente e irrefutable de la existencia de Dios, que protegió el acto sabedor de los "cerebros grises" que suelen concentrarse en ciertas curias "esteladas".

Alarmismo obsesivo

Desde la consejería de interior se alertaba sobre la presencia de peligrosas organizaciones de la plataforma España en Marcha. Entre los mencionados, José Luís Corral, del Movimiento Católico Español, disentía de ese alarmismo y aclaraba que asistiría un grupo representativo con acreditación y que “allí no haremos ninguna demostración pública de nuestra presencia porque el protagonismo no es nuestro. Aunque en muchas beatificaciones acostumbramos a llevar banderas, nos ceñiremos a lo señalado por la jerarquía eclesiástica”, en clara referencia a las palabras de monseñor Juan Antonio Martínez Camino sobre el carácter meramente religioso de un acto, que no iba contra nadie, y desvinculado de cualquier connotación política y reivindicativa.

Aspecto de la ceremonia de beatificación, en que la instantánea del Diari de Tarragona muestra a un Artur Mas, escrutador, junto a otras autoridades

Alarmas y alertas durante los meses anteriores al acto, que se desarrolló en Cataluña contra las beatificaciones, especialmente por una desarbolada izquierda republicana e independentista. El Govern d’Artur Mas tuvo una participación sustancial en esa campaña física y material con su exceso de celo previsor de la presència d’ultres, entre los que incluía a grupos como los ultrasur. ¿Crear una psicosis colectiva de miedo? ¿O se trataba de presentar unos elementos que permitieran prohibir cualquier tipo de signo o de exhibición contraria al pensamiento único nacionalista de Artur Mas?

En su obsesión por impedir la exhibición de banderas de España en el acto, desde la sombra emplazaron obstáculos para amortiguar el testimonio y júbilo de los fieles católicos asistentes y dificultar su derecho a asistir libremente a una ceremonia religiosa por sus mártires.

En primer lugar, el govern mostraría un interés por limitar la magnitud del evento y procurar un entorno intimidatorio con su denuncia de “presencias extrañas” y de posible “exhibición españolista” para que los más tibios desistieran de acudir a la ceremonia religiosa. En algunas localidades trataron de “trabajarse” para su causa a familiares de los nuevos beatos.

La presión que se ejercería con controles intimidatorios y con “extralimitaciones controladas” que condujeron a esos pequeños incidentes que describiremos, inducidos con tal de corroborar su tesis de que “elementos minoritarios y extremistas” querían alterar la celebración eucarística.

A fin de eliminar riesgos, para entrar en el recinto se precisaba una acreditación en la que figuraba el nombre y el DNI. La solicitud de acreditaciones se cerró a mediados de septiembre y con la lista de emplazamiento quedaban identificados los asistentes. Así, pues, el alarmismo de la Consejería de Interior sobre la peligrosidad de los peregrinos estaba fuera de lugar. Porque, como veremos, el verdadero peligro no estaba, precisamente, en ellos.

El imaginario nacionalista indicaba que esa extrema peligrosidad se podía trastocar en “hordas vandálicas capaces de invadir Tarragona”. Sin embargo, los peregrinos son un tipo de gente que nunca ha creado problema alguno en las peregrinaciones a Lourdes, Fátima, Santiago, El Pilar, Nôtre Dame de Paris, a Chestokova en la Polonia meridional que guarda la Virgen Negra de Jasna Gora, Guadalupe, Coromoto, Luján, Loreto, Caridad del Cobre, Medjugorje, De la Aparecida o a cualquier otro centro de advocación cristiana.

Desde el Govern de CiU, desde sus apoyos parlamentarios y desde los sectores eclesiales nacionalistas, se procuró por todos los medios que los mártires parecieran unos seres extraños, de los que no se sabía nada: ni el país en que vivían, ni el contexto histórico en el que sufrieron martirio. La Generalitat, con la sempiterna costumbre de imponer su “Omertá”, pretendía el silencio absoluto para no enfadar a los sucesores de aquellos verdugos que asesinaron a los mártires.

Peregrinos acreditados

Y llegó el domingo día 13 de octubre. Férreas medidas de seguridad cercaron el recinto para impedir la irrupción de cualquier grupo reventador del acto o persona desalmada. Un dispositivo de control y registro exhaustivo motivó atascos que impidieron que algunos autobuses y vehículos no llegaran a tiempo al recinto de la antigua universidad laboral de Tarragona. En el interior de estos vehículos iban familiares de varios nuevos Beatos, que se contentaron con oír el desarrollo de la ceremonia por la radio. Algunos pudieron acceder al recinto cuando la celebración Eucarística tocaba a su fin. Grupos de monjas que esperaban contemplar como sus hermanas de Congregación eran elevadas a los Altares. Otros no tuvieron tanta suerte en el acceso al recinto.

Los peregrinos acceden a pie al recinto donde se celebraría el acto religioso de la beatificación

Unos controles y registros casi como los que se realizan contra Holligans de los equipos de fútbol. Tratados de forma inadecuada y con escasa consideración hacia unas personas que habían viajado toda la noche, en autocar o conduciendo sus vehículos, algunos grupos de peregrinos de distintas diócesis de España como las de Jaén, Córdoba o Ciudad Real, fueron sometidos al marcaje de las fuerzas del orden.

Mas, un gobierno que publicita, a bombo y platillo, leyes integradoras de minusválidos y discapacitados, al final, consiguió que a muchas personas, especialmente ancianos y discapacitados, se les requiriera un esfuerzo especial de estar tres horas antes en el recinto, y andar cientos y cientos de metros desde donde les dejara el transporte colectivo, o quilómetros desde donde pudieron aparcar los vehículos sus familiares o amigos. Y desandar ese camino después de permanecer siete horas en el recinto.

Incidencias de un celo excedido

Un helicóptero había sobrevolado la concentración hispánica del día doce de octubre en Barcelona. Otro helicóptero, posiblemente el mismo, mantendría la vigilancia sobre el campus de la Universidad Laboral de Tarragona, donde se desarrollaron los actos de la beatificación.

En el edificio escolar, al fondo de la imagen, se hallaba colocada una cuatribarrada, mientras el servicio de seguridad se obsesionaba con las banderas de España

En algunos tejados de los edificios del complejo educativo se mostraban enseñas cuatribarradas. Banderas de Chile, de Cuba e, incluso, de la Unión Jack ondeaban en el acto. Ningún miembro de la organización les prohibió su exhibición, más bien se despreocuparon de ellas. Mochilas con las banderas de Italia y de otros países, y otros objetos con signos de varios países, resultaban visibles en todo el recinto.

En anteriores ceremonias de beatificación celebradas en otros países del mundo, la presencia de banderas del país y pancartas con alegorías sobre los nuevos beatos se entendió siempre como normal. En este acto de identidad con los mártires españoles, peregrinos de Hispanoamérica o de países de Europa no entendieron por qué la bandera de España no presidía el acto, ni podía ser portada por los fieles asistentes, ni mucho menos que se considerara casi un delito perseguible o un acto partidista o sectario. Tampoco, entendieron que los servicios de seguridad les informaran de la prohibición de exhibir banderas en el lugar de celebración.

En el momento de la proclamación de los mártires de la Guerra Civil como nuevos beatos, algunos peregrinos hicieron ondear varias banderas de España con el corazón de Jesús grabado en ellas. Rápidamente, el personal de seguridad reaccionó y se dirigió hacia los lugares donde ondeaban las banderas de España para exigir a sus portadores la retirada inmediata de las mismas.

Los peregrinos hicieron ver a los vigilantes que otras banderas ondeaban y no se les exigía su retirada, y, por tanto, entendían que la acción de los guardas era un ataque a la libertad de expresión. Vigilantes y algún voluntario de la organización adujeron que tenían órdenes “del Obispado” y que nadie les iba a decir qué tenían que hacer y que actuarían como creyeran conveniente. Ante la negativa de los peregrinos a retirarlas se les amenazó con expulsarlos del lugar.

A pesar de las presiones del Govern d'Artur Mas, ondearon banderas de España

Momentos en los que se sucedieron varios incidentes. Así, entre los fieles asistentes ubicados en la parcela 12, sector A, se encontraba una hija del mártir Rafael Alonso Gutiérrez, beatificado por Juan Pablo II, y cuyos restos reposan en la Iglesia arciprestal de Ontinyent y cuya efigie se venera en la capilla de los Mártires de la Catedral de Valencia. La señora Dolores Alonso Ruiz y sus acompañantes vieron a un corpulento y nervioso señor con “alzacuellos y pinganillo en una oreja”, que, en voz alta, preguntaba: “¿Dónde están? No los veo”. Su interlocutor le fue indicando el camino hasta que dijo claramente: “Ya los tengo localizados”. El objetivo era una joven que se protegía con una sombrilla sobre la cual había una tela con los colores de la bandera de España y el símbolo del Sagrado Corazón de Jesús. Una vigilante ya había intentado arrebatarle la sombrilla, sin conseguirlo.

En pocos minutos, el “supuesto sacerdote con sotana y auricular”, sin ninguna credencial y sin identificarse, en tono despótico y en catalán, empujando a la chica, le gritó e instó a la retirada de la tela situada sobre la sombrilla. Ante el revuelo causado, uno de los asistentes, próximo a estos hechos, le recriminó su acción y, mientras trataba de hacerle una fotografía, le preguntó: “¿Padre, en qué Seminario ha estudiado usted?”. El presunto clérigo giró sobre sus pasos y salió corriendo del lugar. Evidentemente, el fornido personaje no había sido entrenado para responder a dicha pregunta. De la joven se supo que se llamaba Gema.

El hecho de la presencia de otros parasoles con banderas regionales y extranjeras en el recinto, no fue óbice para que, poco después, volvieran miembros del servicio de orden para obligar sin contemplaciones a Gema a retirar y guardar la tela en cuestión. Pero, la sombrilla tenía los colores rojo y amarillo, por lo que dichos agentes, de forma estentórea, le exigieron su cierre, a pesar del intenso sol del mediodía, bajo amenaza de llevarla detenida. La joven carlista se resistió, advirtiéndoles que la tendrían que arrastrar para llevársela. Como la actitud de los elementos de seguridad comenzara a perturbar la ceremonia, desde lejos, un responsable les dio orden de marcharse, cosa que hicieron. Ante ese palpable abuso de autoridad de que había sido objeto, muchos peregrinos se acercaron a Gema para felicitarla por su valentía.

Pero, la insidia de algunos nacionalistas comportó otro incidente. Tres separatistas pretendieron arrebatarle a un hombre la bandera de España que llevaba en la muñeca y acabaron agrediéndole. Ante la actitud de estos genízaros, un joven carlista salió en defensa del agredido. El agredido y el joven carlista fueron identificados y retenidos brevemente, sin que a los agresores se les tomara filiación alguna. Todavía, un ardoroso vigilante les recriminó que por llevar la bandera de España en la muñeca se había producido un “incidente no deseable”. El vigilante, cada vez más desagradable y furibundo, se enzarzó con el joven carlista gritándole: “¡Los mártires no murieron por España!”.

La pancarta constata con veracidad por qué fueron asesinados los mártires

Una pancarta se había desplegado con el siguiente texto: “Por una España católica. Murieron gritando Viva Cristo Rey”. Una constatación tan histórica y objetiva como esa, trató de ser prohibida. Una constatación que mostraba el amor a Dios y la fortaleza de unos mártires, pero que debía de ser silenciada por imposición nacionalista, ya que buena parte de ellos procedían de familias carlistas en cuyo entorno recibieron y acrecentaron su profunda fe.

En una viva polémica, miembros de la organización y vigilantes, pretendieron arrancarles las enseñas de España, amenazándoles con “soltarles a los Mossos”. A fin de evitar más discusiones y para no dificultar el desarrollo de la Misa optaron por enrollar las enseñas de España.

Un éxito por salir del paso

En líneas generales, a pesar de los obstáculos creados por el Govern d’Artur Mas, al acto se le podría calificar de éxito, por haber salido ilesos del compromiso adquirido.

Algunos nacionalistas salieron a la palestra en defensa de la actuación coordinadora de los Mossos d’Esquadra alegando que éstos eran unos mandados que obedecían el plan de seguridad montado por la Conferencia Episcopal Española, que les había emplazado junto a las instalaciones del puesto de Tarragona y limítrofe con la industria química, objetivo sensible del terrorismo islamista. ¿Alguien vio Obispos con chaleco antibala, dando órdenes por radio a los mandos de la policía? Algunos, sin duda, viven en un permanente delirio.

Rueda de prensa en el Seminario de Tarragona el día siguiente de las beatificaciones

Aunque siempre es difícil ponerse en la piel de otro, por nada del mundo hubiera querido estar en la del Arzobispo de Tarragona en los preparativos de la ceremonia de beatificación. Tarea complicada e ingrata para conducir las cuestiones por el sendero del sentido común y conseguir la participación de todas las tendencias eclesiales. Meses recibiendo presiones de la Generalitat y “mocos de todo género” contra su persona y la Iglesia católica. Si bien la organizadora del acto fue la Conferencia Episcopal Española, ésta delegó parte de las funciones en el Arzobispado, en una muestra de confianza hacia la curia tarraconense.

Sin embargo, las provocaciones del caciquismo de las esteladas y su pretensión de quebrar la normal convivencia entre españoles estuvo presente en todo el acto, con cierta anuencia del Arzobispado de Tarragona y demasiado silencio de la Conferencia Episcopal Española.

Unos sectores eclesiales acomplejados y bien alejados de las palabras del Cardenal Ángelo Amato, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, que intervino para decir: “En el periodo oscuro de la hostilidad anticatólica de los años 30, vuestra noble nación fue envuelta en la niebla diabólica de una ideología” que anuló a millares de ciudadanos pacíficos, incendiando iglesias y símbolos religiosos, cerrando conventos, escuelas católicas y destruyendo parte del patrimonio”. Se refirió a los mártires como personas pacíficas, “víctimas de una radical persecución religiosa, que se proponía el exterminio programado de la Iglesia”.

Aunque se reconoció persecución, no hubo ni una mención a esas decenas de miles de jóvenes y adultos que, voluntariamente, se alistaron para salvar a la Iglesia de una de las persecuciones más monstruosas sufrida en su larga existencia. Jóvenes y no tan jóvenes que dieron sus vidas, con las armas en las manos, como no podía ser de otra manera en aquellos momentos, sin esperar el agradecimiento de unas autoridades religiosas que, ahora, pasado momentáneamente el peligro, éstas les deniegan.

Ciertamente, ese resquicio por el que se colaba cierta cobardía dejaba abierto el camino a nuevas hostilidades, que no tardaron en llegar. El día 22 de octubre, día de Santa Salomé, se produjo la decapitación de una imagen de la Virgen del Roser en la ermita del Peiró, en Mont-roig del Camp. En la misma población, en la ermita de San Ramón de Penyafort, decapitaron tres santos, uno de ellos San Martín, en el mismo día de su festividad, en la noche del 10 al 11 de noviembre. Desearía que el tiempo me corrigiera.

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