30/3/15

Elecciones sindicales en el ICS: entre su desmantelamiento y la atomización sindical

Uno de los colegios electorales se hallaba emplazado en la sala B de la cuarta planta del edificio B del Hospital Joan XXIII. Tres mesas con sus urnas correspondientes y, en cada una, dos personas, una mayor y otra más joven, a la espera de recoger las papeletas de los electores inscritos en el censo, que se iban aproximando a cuentagotas. Detrás de las mesas, a un escaso metro, interventores de cada una de las candidaturas, casi sin hablar entre ellos, pendientes de que les canten el número de quien ejerce su derecho al voto para anotarlo en sus listados, donde consta ese número junto al nombre y apellido del trabajador. Así, los sindicatos acaban conociendo quien ha votado y quien se ha abstenido de participar.

A fin de cubrir todos los turnos de trabajo, los responsables de velar por el proceso permanecerían desde las 7 horas de la mañana hasta casi las tres de la madrugada. Una cabina electoral, oculta tras unos biombos de consulta, contenía sobres y papeletas de las candidaturas.

Un ambiente cariacontecido presidía la sala cuando la luz de las tres y cuarto de la tarde se filtraba por los ventanales, combinando su luminosidad con los focos de la habitación. Al cruzar el umbral de la puerta, la primera impresión recibida era la de encontrarse en medio de un velatorio. A lo largo de mi vida he asistido a muchos velatorios, en los que, ciertamente, había más animación que en aquella aula de formación del ICS. En esta ocasión, el finado era la propia institución sanitaria a la que quieren desmantelar “quam maximis itineribus”.

El trasluz dibujaba sobre las cabezas de los miembros de las mesas y de los interventores sindicales una especie de Aura. Era innegable que aquella estancia propiciaba la existencia de fenómenos paranormales y de las personalidades presentes parecían desprenderse colores que, en propio movimiento, dibujaban pensamientos y figuras aparentemente incoherentes, que, a tenor del espectro de frecuencias visible, podían ser perfectibles físicamente por un ojo acostumbrado a vislumbrar esas realidades que, expresamente, otros quieren ocultar.

El aula reconcentraba el suficiente campo energético de radiación luminosa multicolor como para rodear a las personas con un halo, invisible para aquellos seres incapaces de ver más allá de sus narices, acostumbrados como están a someterse a las consignas de Comités Centrales de índole variopinta. Aunque algunos psíquicos estadounidenses han venido afirmando que la edad debilita la habilidad de visualizar el aura, allí se estaban produciendo esos fenómenos. Auras que se dividían en siete estratos, cada uno de ellos con uno de los once colores del aura, en directa relación con los siete chakras. ¡Casi ná!, como para perder semejante experiencia sinestésica, con todas esas sensaciones de diferentes sentidos en un mismo acto perceptivo. Un momento para oír colores, ver sonidos y percibir sensaciones gustativas en texturas determinadas, percibiendo un sistema de tonos de color, de sonidos y de sabores, sin necesidad alguna de drogas psicodélicas como LSD, mescalina y hongos de psilocibina, y, sobre todo, sin nada de “colores marcianos”.

De las personas de mayor edad, parecían desprenderse pensamientos como éstos: ¿Dios mío por qué me ha tenido que tocar a mí este paripé, con el poco tiempo que me queda para la jubilación? Una pregunta que obtenía una respuesta semejante a ésta: “Ya sabes que la edad no perdona, y, por esa razón, te toca estar en la Mesa. No pienses más en ello si quieres llegar en condiciones a las tres de la madrugada”. Las auras de los más jóvenes de la Mesa, lanzaban preguntas como: ¿Qué hago en este velorio, si podría estar por ahí fuera echándome un fumarillo? ¿Qué copiosa comida nos ofrecerá la casa? ¿También nos lisonjeará con una suculenta cena en la cafetería? ¿Cuándo leches se me acaba la interinidad? ¿Me volverán a renovar en esta reencarnación?

De un interventor sindical se desprendía una combinación de colores para configurar la figura de una monjita que semejaba encontrarse en pleno “prusés”, una especie de trance devenido por quien sabe Dios qué sustancias y que le sobrevenía cada vez que combinaba vacunas con el Cafèambllet que le servían en el establecimiento de los parlanchines Sibina y Albano. Otra interventora evaporaba colores que, en su degradación, diseñaban la figura de un individuo que blandía una sandalia en la mano y gritaba a un invitado, y que, acto seguido, hacía genuflexiones ante un hombre pequeño y regordete de gran cabezón, al que calificaba de “molt honorable”. El aura de otro interventor trazaba a un tipo orondo, desgarbado, cargado de fijaciones mentales y que miraba mal a cualquiera. Otras auras dibujaban individuos de gran jeta. En otro se perfilaba a un individuo que, al agitar su coleta y recitar sin parar ¡tic tac, tic tac!, rompía corazones de mozas casaderas, hasta que le tiraban encima el agua fría de un cubo y lo dejaban más limpio que una patena, a la vez que compuesto y sin novia, a la que, a continuación, sustituía por una joven magrebina.

A las tres de la madrugada, con el recuento de las papeletas, se fueron desvaneciendo las auras y algunos de los presentes, rotas sus expectativas, sintieron el cansancio e infinitas ganas de descansar para poder analizar, al día siguiente, los resultados con calma y serenidad. En cambio, otros se dedicaron a celebrar su triunfo sin pensar, quizás, que sus competidores, hartos de tanto esfuerzo objetivamente no recompensado, puedan abandonar su buen rollito antisectario y variar sus tácticas futuras con cosas tan sencillas como no facilitar información a otros delegados que carecen de ella, bien porque su sindicato no se la transmite o porque no suelen acudir a buena parte de las reuniones. Se bosqueja un futuro de sombras, en el que ¡A quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga!

El recuento de las papeletas en el Hospital Joan XXIII y en la Atención Primaria del Campo de Tarragona arrojó estos resultados:

Delegados obtenidos y relación entre candidatos presentados y votos conseguidos por candidatura

Al día siguiente de conocerse los resultados, se produjo el primer acto de la nueva legislatura. El sindicato ganador volvió a su antigua reivindicación de trasladar a su sección sindical a un despacho más amplio y que, ahora, ocupa la Candidatura Autónoma a quienes denominan como “los primos”. La dirección de recursos humanos tiene en sus manos resolver la cuestión.

Campaña electoral y resultados en toda Cataluña

Este tipo de campañas suelen tener sus altibajos. A la pegada de carteles se le asocian visitas informativas por centros y plantas hospitalarias para atraer votos de los trabajadores inscritos en el censo electoral.

En lo que respecta al Hospital Joan XXIII de Tarragona, la propaganda de algunos sindicatos colocada en rellanos de las zonas de los ascensores y en otros emplazamientos sufrieron diversos ataques. El sindicato CCOO presentó un escrito ante la Mesa Electoral Coordinadora del centro, para saber qué persona o personas estaban detrás de esas desagradables incidencias, por si habían quedado registrados por las cámaras de seguridad. En los primeros días de campaña, los carteles desaparecían o aparecían arrancados de su ubicación, o resultaban perjudicados con tachaduras y dibujos, y algún que otro insulto. Circunstancias que obligaba a reponerlos a diario, hasta que tomaron la decisión de remarcar los carteles con una amplia cinta de pegar que dificultaba la acción de los desaprensivos. En este aspecto, la octava planta se llevó la palma de las desapariciones y rotura de propaganda. En su tablón sindical del subterráneo hospitalario, CCOO se encontró con todos los carteles desaparecidos el primer día de campaña. Al estar la morgue a corta distancia, se pudo pensar que, tal vez, algún alma en pena que vagara por el Hospital se hubiera dedicado a esa labor destructiva de la propaganda electoral.

En los carteles, uno pedían “tu confianza”; otro instaba a “rebelarse”, otro decía “podemos conseguirlo”; otro se ofrecía como “La teva veu”; a otro se le tenía que votar porque “estem com sempre”; para otro, votarles era votarse uno mismo porque “som la teva veu”; con otro se ganaba porque “tú eliges” y si votabas a otro “tu ganas”.

En el ámbito de la Atención Primaria y de la Atención Hospitalaria del ICS de todo Cataluña estos fueron los resultados:

Cuadro comparativo de los resultados electorales de 2007, 2011 y 2015 en el ICS

Con un censo electoral de 37.570 trabajadores y una participación de un 45,09%, un 3,62% menos que el 2011, el sindicato triunfador ha sido Metges de Catalunya que con 80 delegados, pierde dos. El segundo sindicato es CCOO con 78, gana uno; UGT mantiene sus 64; SATSE con 58, pierde ocho; CATAC con 55, pierde uno; CGT con 24, gana uno; USAE con 8, pierde ocho; y otros con 26, ganan trece. Entre esos “otros” figuran I-CSC, CSI-F, FESITESS-Catalunya, USITAC, SOMOS/SOM y USOC.

El sindicato CGT que ha obtenido delegados en cinco centros de trabajo y USAE en cuatro, no obtienen representación para participar en la Mesa de Negociación de Sanidad. El único sindicato de esa Mesa que incrementa su representatividad es CCOO, que obtiene delegados en todas las Juntas de Personal, al igual que Metges de Catalunya y SATSE.

Una campaña y unos resultados que han hecho aflorar una mayor atomización sindical y nuevas correas de transmisión política. Un engranaje que tanto daño ha causado siempre al sindicalismo, y que, en los tiempos actuales, se ve agravado por las firmas de Pactos por los que algunas organizaciones sindicales se someten para decidir aquello que los caciques quieren que decidan.

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