30/4/15

1 de Mayo: atomizados, abducidos y subvencionados

Es innegable que la crisis económica, el descontrol del sistema financiero, la economía especulativa y la globalización hace tiempo que han dejado fuera de juego a gobiernos, organismos internacionales, partidos políticos, patronales y sindicatos. Unas entidades incapaces de frenar a los parásitos de la economía real, la de producción y servicios, la de empresarios, profesionales y trabajadores.

El Cuarto Estado, es un lienzo que representa una de las crisis cíclicas de subsistencia, en la que los alimentos escasean para muchas familias

Unas actitudes y unos comportamientos que nos dibujan la profunda crisis moral que asola el mundo, especialmente Occidente, y que ha desencadenado la crisis económica, política e institucional que padecemos, y que sume a la sociedad en la inseguridad derivada de la delincuencia y del terrorismo, y que amenaza a muchos con cruzar el umbral hacia la pobreza.

¿Qué se nos ofrece?

Mucho simbolismo de estrellitas y banderines de enganche, imprevisibles anuncios mediáticos, improvisación, poco realismo y ninguna solución. Sobran palabras y promesas, cuando se está en recesión, cuando se genera poco empleo, cuando existen problemas de liquidez, de crecimiento y estructurales. Cuando no se optimizan las medidas de protección social y se ha de sobrevivir a salto de mata, y sólo aparece el sectarismo y la propaganda política de aquellos que quieren utilizar a los trabajadores como su particular taburete que les haga ascender.

Claro está, salvo que entendamos que cuando los caciques dicen que los territorios hablan y que tienen derechos, hasta históricos, el personal se lo crea y firmen todos los pactos que les presenten, y cuando les hablen de decidir les permitan recitar: ¡Sí, wuana! o ¡Sí, bwana!. Siempre el Sí o Sí, en una muestra de sumisión política y social contra natura.

Y al igual que los caciques que los atomizan, los abducen y los subvencionan, parte del sindicalismo continúa anclado en el siglo XIX.

No ven más allá del momento, y se la trae al pairo el déficit público, que es “votos para hoy y hambre para mañana”, o la inflación, aunque hipoteque, aún más, el futuro. Y sin pegas, porque “el que venga detrás ya arreará”. Y así, entre “¡visca i visca l’honorable cacic!”, el gasto público sigue disparado por la confusión ideológica y la debilidad política.

Ni un planteamiento creíble que considere que la austeridad habrá de ser para siempre y para todos los sectores de la sociedad. Ni una disculpa por el nepotismo, el sectarismo, el deterioro institucional que han impuesto férreamente, ni por ese “buenismo” que es incapaz de decir ¡NO!, cuando se ha de decir ¡NO!

Todos enrocados y atentos a la financiación y a las subvenciones públicas, aunque de boquilla puedan decir lo contrario. Lamentablemente, para ellos, lo público no es una actitud y un compromiso de servicio, sino un instrumento de dominio sobre la sociedad. A mayor dimensión de lo público, más instrumentos de control y dominio por parte de quienes se hacen con el poder político. ¡Nadie mata la gallina de los huevos de oro!

Y así, buena parte de los sindicatos devienen en correas de transmisión de las necesidades políticas de otros; pero, eso sí, les dejan que actúen de coros y danzas en sus fiestas de exaltación y asumen las continuas maniobras de distracción masiva del poder del “cacique territorial” y sus adláteres, ávidos de ocultar denuncias y causas abiertas por corrupción.

Perdido el norte, el sur, el este y el oeste, la veleta del sindicalismo del régimen no señala dirección alguna, sin que, por su parte, el llamado sindicalismo alternativo aporte algo más que charanga callejera, fuegos de artificio y la retórica de consignas, más o menos ocurrentes. Pero, no se preocupen, hoy por hoy, no existe el peligro de que ninguno de ellos sienta la necesidad de la autocrítica, ya que la culpa siempre la tienen los demás, que, por definición, son malos, malísimos.

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