27/5/16

Y a todo esto, ¿quién se acuerda ya del 1º de Mayo de 2016?

En plena vorágine electoral desde hace cinco meses, sometidos a encuestas sobre intención de voto cocinadas para el 26-J, con los “papeles de Panamá” casi fuera del foco informativo, con la pobre escenificación del quinto aniversario de aquella maniobra orquestada y nada espontánea del 15-M, con la práctica de guerrilla urbana en el barcelonés barrio de Gracia, ¿quién se acuerda ya de la “jornada de lucha” del 1 de mayo de 2016?

Un año más, los divos Ignacio Fernández Toxo, de CCOO, y Pepe Álvarez, de UGT, no podían perderse salir en la foto. ¿La movilización por la movilización a dónde nos lleva? ¿a ser correveidiles de las oligarquías políticas de izquierda?

Como en años anteriores, el sindicalismo moribundo y subvencionado por el poder público, convocó ochenta manifestaciones en diversas ciudades, en sesiones de mañana y, en algunas de ellas, también en sesión de tarde. Y la asistencia decreciendo año tras año, a pesar de que los sindicatos reconocen tener 2,36 millones de afiliados; de los que el 35,9% serían de CCOO, el 32,8% de UGT y el resto tendría el 31,3%. Si bien, en realidad, más que afiliados les importa disponer del mayor número posible de los 280.000 delegados sindicales, miles de los cuales actuarán como liberados sindicales a cargo de sus empresas y de la Administración Pública. No obstante, en la fiesta del 1º de Mayo no se manifiestan ni el 10% de afiliados, ni el 30% de delegados sindicales. De mejor o peor grado, los sindicatos no entraron en guerras de cifras y aceptaron las referencias generalizadas a “miles de manifestantes” de unos medios de comunicación, que si hubieran precisado un poco más, hablarían de algunos cientos de personas en la mayoría de las marchas. ¿Llegarían a setenta mil manifestantes este año en toda España?

Este 1º de Mayo, con la mirada fija en las urnas, los caciques sindicales de “clase” -de la clase de párvulos se entiende- pensaron que era el momento propicio para arengar a sus candorosos afiliados con su retahíla de mensajes políticos, que les instaban a votar masivamente a los partidos de izquierda, a los que emplazaron a suscribir un acuerdo de gobierno para el cambio. Sin explicar cómo lo financiarían propusieron: subir el SMI, mejorar la reinserción laboral y la calidad del empleo, nuevo sistema de protección, recuperar la negociación colectiva, luchar contra la desigualdad y derogar las reformas laborales, casualmente las mismas que los sindicatos han aplicado a sus propios trabajadores, incluso la del PP, que están calcando diversos gobiernos de izquierda en Europa.

Cansinos discursos ideológicos para transmitir los intereses de una oligarquía política de izquierdas, que tratan de aupar al gobierno usando a los trabajadores como su particular taburete. Sin importarles, lo más mínimo, distanciarse con ello de la realidad empresarial y económica del país y de los intereses reales de los trabajadores españoles.

El mismo espectáculo anticapitalista de siempre

De nuevo, mostraron su obsesión por movilizar a la antigua usanza y, entre bravatas y amenazas, se estrellaron contra su propia debilidad, sin aceptar que su tiempo está pasando. Al mediodía, se pasearon las grandes centrales sindicales, y, con otro itinerario, los sindicatos alternativos circularon casi en “petit comité” y, algunos de ellos, lo hicieron por la tarde. Un 1º de Mayo para aflorar las camisas de cuadros junto a banderolas y grandes pancartas con sus correspondientes lemas: “Contra la pobreza salarial y social” “Trabajo digno y Derechos” “Corrupció = Revolució”. Un 1º de Mayo para arremeter contra las políticas neoliberales que “desmantelan el Estado de Bienestar para salir de la crisis” y que agravan las desigualdades entre el Norte y el Sus, entre ricos y pobres. Contra la desigualdad general, contra el rostro de joven y de mujer de la pobreza, contra la brecha salarial entre hombre y mujer, cuando ésta cobra un 25% menos –según dijeron.

Esta señora, como en años anteriores, muestra su pancarta para invocar a los viejos espíritus

Si uno de CCOO se desgañitaba diciendo que “era un día para denunciar, reivindicar y protestar” y que “no celebramos nada”, el secretario general de UGT azuzaba a los partidos de izquierda a aumentar los impuestos y a mantener incontrolado el gasto público. El PSOE de Pedro Sánchez ya amenaza con “impuestos de solidaridad”. Un dirigente de USO apuntaba que “trabajar no significa llegar a fin de mes”.

Los anticapitalistas desfilaron por la calle Lauria de Barcelona, fanatizados al estilo del siglo XIX, con sus banderas separatas y puños en alto, con sus ataques a entidades e instituciones bancarias, para terminar ante la sede de la Unión Europea y acabar ocupando “el Borsí”, la antigua sede de la Llotja, situado en la calle Avinyó del Barrio Gótico, cerca de la plaza Sant Jaume y del Ayuntamiento de Barcelona.

Desde la asamblea de libertarios de Sants señalaron que los “queremos destinar como refugio de personas migradas” y reivindicaron que “el movimiento libertario responde a la crisis humanitaria que han generado los gobiernos”. Para acogotar más a los de Junts pel 3% y que cedan ante la CUP en el Parlament de Catalunya, los anticapitalistas invocaron a los “soviets” como si éstos fuesen el futuro de la humanidad. No podía faltar en esta Barcelona la particular revuelta de la izquierda antisistema en algunos puntos de la ciudad, concentraciones que causaron diversos destrozos hasta que algunos de estos violentos decidieron sumarse a la acampada del colectivo Contratos Sin Papeles en plaza de Cataluña.

Es previsible una dura campaña electoral para el 26-J, en la que no han de faltar jaleos en las calles de las grandes capitales. A la alcaldesa Ada Colau le siguen creciendo sus propios enanos: manis, okupas, antisistema de todo tipo, financiados, mes a mes, por el anterior Ayuntamiento convergente, que abonaba los alquileres de esas ocupaciones. Una parte de los ciudadanos de Barcelona empieza a estar harta de mantener a tantos antisistema, que instrumentalizados como carne de cañón causan destrozos en la ciudad prendiendo fuego a contenedores, coches y camiones, rompiendo cristales y quemando cajeros, comercios y empresas, atacando a la policía y cualquier viandante que se cruce en su camino o aniquilando el mobiliario urbano. La ciudadanía, harta de la bula que las autoridades conceden a los violentos, califica a éstos de “parásitos”.

Correas de transmisión y precaria defensa real de los trabajadores

El espectáculo anual del 1º de Mayo refleja lo poco que ha aprendido el sindicalismo en estas últimas décadas. Es el día de pasear a los dirigentes políticos de izquierda para que se hagan una foto con los curritos de turno y con el puñito en alto. Un mundillo de dirigentes y de liberados sindicales prestos a la componenda y al favor político, y a orquestar huelgas que ni ellos secundarán. Ese mundillo de las correas de transmisión, diverge de aquellos sindicalistas de base y trabajadores en general que dan la cara ante sus compañeros y la dirección de las empresas, que negocian mejoras en sus condiciones de trabajo, retribuciones salariales y en el mantenimiento del empleo.

Ahí quedan las palabras del histórico dirigente Nicolás Redondo, ugetista y socialista, quien a sus 88 años, emulando las palabras de Indro Montanelli sobre la Democracia Cristiana en Italia, manifestó que “votaré al PSOE con las narices tapadas”.

Miles de delegados sindicales fantasmas son contabilizados para el cobro de subvenciones públicas

Con máscaras de gas se ha de superar las flatulencias y escándalos sindicales como el de mantener más de 82.000 delegados de empresas hace tiempo desaparecidas, que no pueden ejercer sus funciones sindicales y que no tienen a nadie a quien representar. Diversos sindicatos reciben tres millones de euros en subvenciones públicas por unos falsos delegados, que permanecerán inscritos en el registro del Ministerio de Empleo hasta la celebración de nuevas elecciones sindicales. Por cada delegado, el sindicato percibe 36 euros anuales. ¿Por qué los sindicatos son incapaces mantenerse y gestionarse con las cuotas de sus afiliados? ¿Por qué los afiliados no se plantean qué ha pasado para que sus organizaciones no estén afianzadas tras cuatro décadas de financiación pública? ¿Por qué los trabajadores no se preguntan cuántas centrales sindicales tienen Caja de Resistencia?

Hubo un tiempo en que los sindicatos, en el mejor de los casos, cotizaban por sus trabajadores la cuota obrera de la Seguridad Social, pero no ingresaban la cuota patronal. Antonio Gutiérrez, que fuera secretario general de CCOO (1987-2000) y que desde 1977 era un liberado del sindicato con 21.000 pesetas al mes, explicaba al diario El Mundo por qué no se cotizaba en el sindicato. “En CCOO Marcelino Camacho (su antecesor) consideró que no teníamos que pagar la Seguridad Social porque decía que no éramos una empresa. Aquello nos dejó una laguna que para algunos, como es mi caso, fueron diez años sin Seguridad Social. Mi hija, de hecho, nació sin ella… Para recuperarla, ya avanzados los 80, tuvimos que aceptar pagar con una moratoria 2.500 millones de pesetas, al precio de ponernos, yo el primero, como auxiliar administrativo, la categoría más baja. Así que cuando me fui del sindicato cobraba 207.000 pesetas (unos 1.700 euros actuales)”. Por ello, llegado a la edad de jubilación, Antonio Gutiérrez seguirá cotizando para poder incrementar la base reguladora de su pensión futura. ¿Cómo fue posible ese maltrato de los sindicatos a sus propios trabajadores, cuando por menos motivos los sindicatos la emprendían contra tantas empresas?

Menos mal que no todo el panorama sindical es igual. Otros sindicatos, en defensa de sus trabajadores, llevan décadas solicitando la reforma de la Ley Orgánica de Libertad Sindical de 1985, que el tiempo ha demostrado que sólo favorece los intereses de las grandes centrales sindicales y de los sindicatos de ámbito autonómico. Al exigir un nivel de representatividad del 10% para poder participar en las instituciones, en el diálogo social, en la promoción de la formación ocupacional, en la seguridad y salud laboral, la LOLS deja fuera del ámbito negociador a sindicatos con notoria implantación nacional, para generar un artificioso bipartidismo sindical, que acapara subvenciones y ayudas y que ha terminado desvinculado de los problemas reales de los trabajadores.

Para la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSI-F) el actual modelo sindical es insostenible y, en ocasiones, la actuación sindical hace incompatible una prestación laboral.

Los sindicatos serán necesarios si se capacitan para la defensa de los derechos e intereses legítimos de los trabajadores, garantizados en los textos constitucionales y leyes de especial rango. Con esa fuerza legal e institucional, los sindicatos deberían ser capaces de representar al trabajador y de obtener su afiliación. Mas el desprestigio de un sindicalismo politizado, dependiente de los vaivenes político-ideológicos y de sus relaciones con el poder público, pone en entredicho su autonomía y la independencia en sus actuaciones lo que ha conducido a su baja afiliación. Ahora, confiar las esperanzas sindicales al triunfo de los populismos y de los antisistema que no han pegado un palo al agua en su vida, es cavar la fosa del viejo sindicalismo de “clase”. Y ¿este populo-comunismo-antisistema son quienes han de representar a los trabajadores?

Para asegurarse un mínimo futuro, los sindicatos deberían profesionalizarse y adecuarse a las nuevas formas de trabajo y a un ámbito social globalizado, que traspasa lo local y nacional. Profesionalizar su funcionamiento interno y seleccionar “profesionalmente” a los miembros de sus órganos de gobierno y a sus delegados sindicales, habilitándolos en la búsqueda de soluciones legales y de una aplicación razonable, capacitándolos para asumir conceptos como la reforma laboral, productividad, competitividad y aquellos otros que permiten garantizar una actividad económica en un mundo global. Atreverse a comprender cuestiones como la insostenibilidad del actual sistema de pensiones mientras se mantenga el presente sistema de reparto en una situación de pirámide invertida de población. Y todo ello, aunque sólo sea por interés egoísta, ya que sin actividad económica viable no hay empleo, sin empleo no hay afiliación ni, por tanto, razón de existir del sindicato.

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